
- Oh miren quién es, como va todo señor jamás volveré a necesitar de ti - me dijo aquella mujer de pelo y ojos negros.
- Tardaste mucho en aparecer está vez - le respondí pues era verdad ya que cada vez llegaba a ese lugar era ella quien habría la puerta pero la verdad no estaba ni quería estar de humor para molestar la, no en esta ocasión, ella parece no molestarse como siempre y se sienta a mi lado - tenías razón, debí hacerte caso - le confieso - no debí abandonar este lugar.
- Tal parece que te volvieron a lastimar - mira hacia el profundo vacío - entonces te preguntaré, ¿Cuanto tiempo vas a quedarte esta vez?, No es que me moleste tu regreso pero debo preparar todo.
- Está vez no me iré - le digo de tal manera que entienda lo que siento - si no te molesta claro está.
- No, no me molestó pero sabemos que siempre volverás a irte, siempre caerás aunque no quieras y luego vendrás a mí para curarte.
Me río un poco, ella tenía razón siempre es lo mismo entre nosotros pero esta vez no será así y para demostrarlo le muestro el porque esto no es una simple herida, levantó mi suéter y así lo ve, mi pecho estaba desmoronándose parecía trozos de madera vieja, ella ahoga un grito.
- ¡¿Quién cuernos te hizo esto?! - dijo para después taparse la boca luego.
- Nadie, yo mismo me lo hice por creer que está vez no me iban a lastimar - le dije mientras colocaba una cara de compasión por mi mismo y mis acciones.
Se lanza a abrazarme, justo en ese momento puedo percibir el olor de su pelo, aquel olor a lluvia no esa lluvia común sino a aquel olor de lluvia cuando más deprimido estás, se separa para poder acaricia mi rostro pero en el momento de hacerlo parte de mi cara se cae, ella abre los ojos como si se fueran a salir de sus cuencas.
- No te preocupes, todo saldrá bien - me dice mientras recoge las migajas de lo que era mi mejilla derecha - todo será como antes, ya verás, volverás a salir, vas a sonreír de nuevo, te lo prometo.
La detengo, hago que me vea a los ojos para poder hablarle como de verdad quiero hacerlo
- Ya no quiero eso - le acarició su pálida mejilla - solo déjame quedarme aquí - me acuesto depositando mi cabeza en sus piernas - ¿Sí?
- Por favor, no digas eso, encontraremos a alguien que pegue tus pedazos, recuerda tú eres el que dice que se debe sufrir las heridas para poder vivir - mientras me acaricia mi cabellera.
- Pero yo no estoy herido - ella aparta la mirada no podía aceptar la idea de darme la razón hasta ella al momento en que vio esto supo que esto no fue solo una herida como las otras tantas, en esta ocasión lo habían logrado - estoy destruido - empieza a llorar, sus lágrimas caen directamente en mi cara, con la poca fuerza que me queda le seco sus lágrimas con delicadeza - tranquila, estarás bien, ahora estaré siempre aquí, gracias por ser mi verdadera familia, mi más fiel amiga, por ser aquella que siempre me curo cuando nadie más quiso hacerlo, por escuchar mis patéticos llantos y secar mis lágrimas, por ser siempre ese amor que me reconfortaba en mi miseria, gracias por todo Soledad, ahora mi ser será solo tuyo - cierro mis ojos, dejó que el frío de las sombras me invada y que el viento lleve mis pedazos al olvido para que solo mi corazón quedé en las rodillas de quién fue siempre fiel a mí y permitiendo que sea ella quien vuelva a hacerme a sus deseos, así fue como me entregué a mi soledad.
Por: Miguel Eduardo Bayter Quintana.
Creditos por la imagen a su respectivo autor.
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